lunes, 15 de febrero de 2016

Avutardas y Grullas en los Llanos de la Albuera

Avefría (Vanellus vanellus)
El día no se levanta demasiado nublado, y mientras desayunamos Javi y yo, vemos cómo las nubes se van despejando. Hoy va a ser un buen día de pajareo. 

Nos dirigimos en coche hacia la Albuera, una pequeña población al sureste de la ciudad de Badajoz, rodeada de campos de cultivo. Vamos en busca de dos grandes: grullas y avutardas (y si fuera posible, sisones y alcaravanes... aunque eso lo vemos más difícil)

Milano real (Milvus milvus)
Vamos despacito por la carretera que une La Albuera con Valverde de Leganés, que tiene poco tráfico un domingo por la mañana, y nos vamos parando en los apartaderos para observar los campos que nos rodean. Hay olivares y viñas, pero también campos de regadío o en barbecho. Los milanos reales sobrevuelan planeando las lindes, en busca de algún ratoncillo o incluso algún saltamontes que llevarse al pico. Apenas hace una brisa y el sol empieza a entibiarnos. 

Bandada de grullas (Grus grus)
Casi enseguida escuchamos un trompeteo, y nos quedamos alerta en busca del bando de grullas. Al fondo lo vemos, unas 50 grullas nos sobrevuelan en dirección norte... no sabemos si aún van a buscar bellotas a las dehesas o comienzan su largo viaje de vuelta a Noruega. 

Después de dar la vuelta en Valverde para repetir el recorrido, nos paramos en un entrante de la carretera, donde hay una casa abandonada y pusimos los telescopios. A lo lejos, como a tres o cuatro kilómetros, divisamos un bando de avutardas bastante grande. Gracias a las nuevas tecnologías, cogimos referencias de varios puntos visuales y las ubicamos sobre un mapa digital, para poder aproximarnos algo más y verlas más cerca

Nos acercamos con el coche y nos adentramos por los caminos agrícolas guiados por el GPS. Cuando estábamos a punto de llegar a la zona, bajamos del todo las ventanillas y aminoramos la marcha con las cámaras preparadas. 
Avutardas (Otis tarda)
Javi vio la primera, y en cuanto apuntamos con los prismáticos, nos dio la sensación de que estaban plantadas entre las flores amarillas del regadío. Por todas partes salían cabecitas, y cuando nos dimos cuenta, el horizonte estaba lleno de ellas. 


Disfrutamos de ellas durante un buen rato, hasta que una de ellas decidió echar a volar. Las demás, muy susceptibles, la acompañaron enseguida y vimos cómo el cielo se llenaba con varias decenas de ellas. Las avutardas son las mayores aves que pueden levantar el vuelo; están en el límite de peso para volar.   

Bandada de avutardas

Tras el emocionante encuentro con las avutardas, nos dirigimos al embalse de Piedra Aguda para completar la mañana con aves acuáticas. Por el camino, nos encontramos con las ruinas del Convento Madre de Dios, que está abierto para visitarlo, aunque la restauración se ha quedado a medias. Es un lugar genial para hacer juegos de rol, o simplemente explorar habitaciones y corredores abandonados. 




















En una de las capillas de la iglesia encontramos una pequeña comunidad de murciélagos, apenas de cinco individuos. Nos extrañó mucho que sólo hubiera esos pocos, con la cantidad de espacios adecuados para ellos que había. Apenas había cagarrutas o huellas de ratón u otros pequeños mamíferos, aunque en la torre se escuchaban zureos de palomas.



Después de explorar el edificio del siglo XVI, seguimos con el paseo hacia el embalse. Al llegar al agua, descubrimos varias parejas de somormujo lavanco (Podiceps nigricollis) en plena danza de celo, que nos entretuvieron hasta que el hambre nos avisó de la hora. ¡Era medio día y había que volver a casa!

Pareja de somormujos lavancos (Podiceps cristatus) en danza de cortejo. 

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